Sabemos que la celulitis es una preocupación común, afectando no sólo la apariencia de la piel, sino también la confianza de muchas personas. Es más, nueve de cada diez mujeres tiene celulitis y el 85% de las españolas la sufren, independientemente de su físico, su edad o el estilo de vida que lleven, según demuestran los datos de la Sociedad Española de Medicina Estética.
La celulitis se forma cuando las fibras de colágeno que conectan la piel con el tejido graso se tensan de manera desigual, creando pequeños hoyuelos. Esta acumulación de grasa y líquidos retenidos puede ser resistente a dietas y ejercicios, afectando especialmente áreas como las piernas (sobre todo en los muslos), glúteos y abdomen. Además, la circulación sanguínea deficiente y la falta de firmeza en la piel agravan su apariencia.
¿Por qué aparece la celulitis y qué tipos existen?
Factores como la falta de actividad física, desequilibrios hormonales, la alimentación y la acumulación de toxinas pueden provocar esa textura irregular y el temido aspecto de piel de naranja. Estos son los más comunes:
- Desequilibrios hormonales. Especialmente durante la pubertad, el embarazo o la menopausia, las hormonas afectan la distribución de grasa en el cuerpo.
- Estilo de vida sedentario. La falta de actividad física reduce el tono muscular y dificulta la eliminación de toxinas.
- Retención de líquidos. Una mala circulación provoca acumulación de agua y toxinas, empeorando el aspecto de la piel.
- Factores genéticos. La predisposición a desarrollar celulitis es mayor en algunas personas debido a factores hereditarios.
- Alimentación desequilibrada. Un exceso de azúcares, grasas saturadas y sodio favorece la acumulación de grasa localizada.
Además, la celulitis puede ser de cuatro tipos, que van evolucionando según el tiempo que la grasa lleve instalada en el cuerpo; es decir, cuanto más evidente sea esta a simple vista y se produzcan más molestias al pellizcar la zona, más evolucionada es la celulitis y, por lo tanto, más difícil de tratar. Los cuatro tipos de celulitis que existen son los siguientes:
- Celulitis adiposa. Predomina el componente de grasa localizada.
- Celulitis fibrosa. Tiene un importante componente de fibrosis intersticial, que es lo que le da un aspecto duro.
- Celulitis edematosa. Destaca un problema de base circulatoria y linfática que se traduce en inflamación-retención de líquidos con el consiguiente engrosamiento de la zona, que se presenta blanda a la palpación.
- Celulitis con flebopatía. Al igual que la anterior predomina un problema de base circulatoria y linfática, pero en este caso además del edema hay dilatación venosa derivada de problemas vasculares.
- Celulitis con flacidez. Se caracteriza por presentar grasa localizada con flacidez muscular o cutánea.
Todo esto hace que la celulitis sea un desafío difícil de abordar si no se cuenta con una solución eficaz y específica. Por eso es clave un enfoque integral y no sólo combatir la grasa acumulada, sino también mejorar la firmeza y la circulación, logrando una textura más uniforme y suave.
¿Qué debe ofrecer un tratamiento anticelulítico eficaz?
El objetivo principal del tratamiento anticelulítico perfecto es reducir la grasa acumulada, pero este también debe conseguir las siguientes mejoras:
- Reafirmar la piel. Mejorar la elasticidad y firmeza para una apariencia más tonificada.
- Suavizar la textura. Reducir visiblemente la piel de naranja y lograr una superficie uniforme.
- Activar la circulación. Mejorar el flujo sanguíneo ayuda a eliminar toxinas y reducir la retención de líquidos.
- Drenar y desinflamar. Combatir la acumulación de agua y toxinas que afectan la piel.
- Nutrir en profundidad. Mantener la piel hidratada y fortalecida para prevenir nuevos signos de celulitis.
Un tratamiento integral va más allá de los efectos temporales y trabaja en la mejora de la piel a largo plazo, devolviéndole firmeza, suavidad y una apariencia más saludable.
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